Hoy
día, los actores principales de la escena educativa son partícipes de una serie
de cambios y diversificación de funciones, formas de trabajo y
conceptualizaciones, sin embargo, presenciar cambios es un proceso natural de
los sistemas educativos, la pregunta obligada es, el cambio que hoy nos toca
protagonizar, ¿llevará a una mejora educativa? La respuesta no puede darse a
priori, sino posterior a la instrumentación de tales transformaciones.
El
concepto de competencia flota en el ambiente, se escucha en todos lados, la
mayoría de los educadores han estado en contacto con el término, han leído un
artículo, un libro o han presenciado un evento académico donde se aborda el
enfoque por competencias.
¿Cómo
definimos una competencia? La competencia no es la suma de sus elementos, es
algo más, tienen elementos en su interior y está formada por bloques que la
distinguen, es una molécula compleja y voluminosa, su definición operativa para los fines metodológicos y de aplicación es
la siguiente:
Competencia. Frente
a un necesidad contextualizada, es la capacidad del individuo para dar una
respuesta integrada, movilizando elementos conceptuales, actitudinales y
procedimentales, en una sola exhibición que la resuelva en términos de
criterios de calidad o exigencia, y se manifiesta a través de indicadores
evaluables.
Por
ejemplo. Un estudiante de ingeniería industrial, realiza un curso
de certificación en seis sigma, incluso le dieron su certificado al terminar el
último módulo (eso no garantiza que sea competente). Cuando realiza las
actividades en el curso le dicen: “Lo hace bien”, sin embargo, aún no se podría
declarar como competente, sino hasta el momento en que: frente a una necesidad (por ejemplo cuando necesite
conseguir empleo) a través del desempeño
en la aplicación de la(s) metodología(s) aprendida(s) en la certificación con la
que muestre dominio conceptual, actitudinal y procedimental, y cubra los niveles
de exigencia que el entorno le ponga (por ejemplo, el dueño
de una empresa embotelladora de agua que solicita un especialista en mejora de
sistemas de producción), se haya quedado con el puesto y haya resuelto su necesidad
a través de su ejecución en vivo de
la metodología en la empresa embotelladora.
De
esta manera se pueden visualizar otros elementos formales que componen la
competencia:
- Una necesidad en el entorno, que genera o dispara la competencia.
- Demostración en vivo de los tres elementos. Conceptual, procedimental y actitudinal, también conocido como performance o ejecución.
- El cierre de la competencia, los niveles de exigencia con que debe ejecutar, conocidos como indicadores evaluables.
Ante
esta nueva conceptualización, podemos inferir que para poder afirmar que
trabajamos conforme a un enfoque de competencias, tendríamos que empezar por
abandonar la mecánica de dictar “los temas” para que los alumnos”anoten” los
conceptos y definiciones. Esto apunta a trabajar en dos dimensiones, en plano o
en papel, a trabajar en tres dimensiones, en vivo y a través de desempeños o
performances reales.
En
una siguiente entrega hablaremos sobre la competencia docente.
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