Un
valor verdadero y universal es aquel que produce un comportamiento que
beneficia a quien lo ejecuta como a quien lo recibe.
Laboriosidad. Trabajar
de manera ardua y constante es indispensable para cumplir con nuestras
responsabilidades.
La laboriosidad consiste en realizar
con ahínco, esfuerzo, disciplina y constancia las actividades.
Las
personas sobresalientes se caracterizan porque han trabajado fuertemente, con
una gran disciplina, para lograr sus metas. En el ámbito de la excelencia “los
milagros” y “la buena suerte” no existen. La pereza, indiferencia y la apatía
son defectos inadmisibles en seres como Leonardo da Vinci, Galileo, Einstein,
Juárez o cualquier hombre que se haya distinguido por sus obras. Sólo mediante la laboriosidad
que implique un esfuerzo más allá de los límites, disciplina, fatiga y “sacrificio”
de los placeres y del ocio, estaremos en posibilidad de lograr el éxito en la
consecución de nuestros propósitos.
Muchas
ideas brillantes de miles de seres humanos inteligentes han permanecido en la
mediocridad por la apatía y la flojera, por la incapacidad de realizar un
esfuerzo, de sujetarse a una disciplina y de persistir en sus propósitos. El más
insignificante de los hombres puede destacar a través de la laboriosidad que
implica un gran trabajo, en su empresa, en su familia, en su escuela, en la
sociedad en la que se desenvuelve. La más bella de las relaciones es la del
deber cumplido, la del trabajo bien hecho; en otras palabras, la que emana de
la satisfacción del esfuerzo de buscar la perfección en cada uno de nuestros
actos.
Por
otra parte, para lograr la excelencia se requieren otros factores:
Ideales o metas bien definidas: visión
de futuro. La calidad de las obras del hombre es fruto del
ejercicio de sus cualidades para alcanzar un ideal o una visión.
Todos los seres de excelencia han
sabido qué quieren lograr, han tenido un ideal, una meta bien definida, una
visión de futuro a la que le han consagrado todos sus esfuerzos.
La
vida de un hombre cobra significado en la medida en que su capacidad
intelectual y espiritual se encamina al logro de un objetivo existencial
valioso, es decir, a un sentido de vida. Las cualidades y los esfuerzos más
arduos y el más grande de los trabajos pueden perderse si no se tiene claro
cuál es el resultado que esperamos obtener. En la medida en que sepamos qué es
lo que queremos, estaremos en posibilidad de enfocar nuestros esfuerzos para
logar el éxito y tendremos un sentido de vida.
¿Quién
puede negar que el punto de partida del éxito de hombres como Walt Disney es su
conocida frase “si usted puede soñarlo puede lograrlo…”?
Creatividad. Los
seres humanos sobresalientes difícilmente aceptan el mundo circundante tal y
como es; siempre ven un poco más allá para mejorar o perfeccionar la situación
actual.
La creatividad es la habilidad para
mejorar, innovar y transformar el medio que nos rodea.
Sin
la capacidad intelectual del hombre para crear, la sociedad no hubiera avanzado
más allá de la época primitiva. Prevalece la idea de que la creatividad es una
cualidad innata a ciertos individuos y que difícilmente existe en la mayoría de
las personas. Sin embargo, la creatividad es una cualidad susceptible de
desarrollarse a través de esfuerzos y dedicación.
Resulta
casi imposible concebir la excelencia sin la creatividad, ya que ésta es
indispensable para lograr lo mejor de cualquier acción. En mayor o menor grado todos
los seres humanos tenemos la capacidad para ser creativos, pero hemos sido
educados para no pensar, ni cuestionarnos, ni esforzarnos en la búsqueda de
nuevas y mejores soluciones. Para la creatividad, es indispensable una actitud
mental positiva, abierta al cambio, a las nuevas ideas. Descartar ideas como “imposible”,
“no puedo”, “es demasiado tarde”, “estamos bien como estamos”, “es demasiado
arriesgado”, “nunca”, “mañana”, “el mundo no va a cambiar”, es el primer paso
para romper la inercia de nuestra falta de creatividad.
Conocimiento. Los
conocimientos son esenciales para cualquier individuo que desee superarse. El conocimiento
es una posesión que se liga indisolublemente con el amor; aquel individuo que
conoce su actividad la ama de tal manera que su trabajo adquiere un significado
especial en su vida. Resulta imposible imaginar a cualquier ser de excelencia,
desde Galileo hasta Einstein, ignorante de su campo de acción. El estudio, el
conocimiento y la superación continuos son indispensables en el logro de la
excelencia.
Para sobresalir, es indispensable el
dominio absoluto del conocimiento, de la ciencia, disciplina, arte u oficio, lo
que implica el estudio y práctica constante.
El
hecho de haber mencionado los valores distintivos y comunes a todos los seres
humanos, no significa que se les conceda menor importancia a otros valores. De hecho,
del ejercicio y cultivo de las virtudes mencionadas, se derivan otra serie de
valores. La lealtad, la honestidad, el honor y la disciplina son valores que
engrandecen a quien los practica. El cumplimiento de nuestros compromisos y
obligaciones independientemente de que así lo mande la ley o un superior, en
otras palabras, la responsabilidad, reditúa una gran satisfacción. El respeto a
sí mismo, a sus semejantes y a la naturaleza confiere a quienes los practican
el sentimiento de la dignidad y la autoestima.
La
integridad y la honradez en todos y cada uno de nuestros actos, son un camino
seguro hacia la felicidad interior. La lealtad hacia nuestros principios, hacia
los amigos, hacia la humanidad, nos proporciona el lazo indisoluble del amor y
confiere un sentido a nuestra vida.
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