jueves, 15 de septiembre de 2011

Ser mexicano

Les comparto un artículo que ha superado el tránsito de dos años y permanece  vigente.

Héctor Diego Medina Basave

Con motivo de las fiestas de la Independencia y el inicio del año del Bicentenario, es muy común escuchar y leer sobre qué significa realmente ser mexicano, sobre cómo se puede ser un buen mexicano. Por todas partes se oye la palabra patria y se encienden los motores históricos para ver al pasado y analizar nuestra identidad nacional.
Comparto el miedo de Carlos Puig, quien en su artículo titulado “La única y auténtica patria es la infancia”, publicado en MILENIO Semanal, asegura que en este año “seremos testigos de una competencia feroz (...) para ver quién es el más crítico, quién el más inteligente, el más abierto, el más pueblo, el que descubre una nueva fecha, el que edita el mejor libro...”, en relación a la Independencia. Habrá, sin lugar a dudas, muchos intentos para revivir el pasado mítico, por adueñarse de versiones arcaicas de la historia, por crear ilusiones legendarias que funjan como placebo para lograr nuestra tranquilidad nacional.
Desafortunadamente, en estas épocas se suele acrecentar el mexicanismo mal entendido y mal dirigido. Ése que nos invita a hacer el mayor “relajo” posible para celebrar el asueto, más que la fecha histórica. Ese que premia al machismo conciente o inconscientemente, tanto en hombres como en mujeres, considerándolo parte cultural y esencial de lo mexicano. El que excluye lo distinto; que sabe de símbolos pero no de sus significados; que habla de “mexicanidad” pero que no la vive en realidad.
Quizá una buena forma de festejar el día de la Independencia, y el año del Bicentenario, que técnicamente comienza mañana, es empezando por nosotros mismos como ciudadanos. No se vale gritar “¡viva México!”, cuando al día siguiente le damos mordida al policía y dejamos que el amigo se meta en la fila del banco. No se vale presumir el orgullo de ser mexicanos, y después manejar a toda velocidad después de haber tomado una gran cantidad de alcohol, sin importar las consecuencias para los demás. No hay que decir “soy un buen mexicano” cuando nos desentendemos de los verdaderos problemas del país, sobre todo el de la pobreza. No digamos que admiramos nuestros símbolos patrios, si no podemos respetar los de otros países. No basta con tomar tequila, comer mole y cantar unas rancheras.
Se ha dicho que para ser un buen mexicano es necesario, primero, ser un buen ser humano. Es un lugar común, pero muy cierto: nuestra patria grande es el mundo entero, y eso es algo que nunca debemos olvidar. Ser un buen mexicano, según esta visión, no significa sentirse superior (ni tampoco inferior, desde luego) a otras nacionalidades. El sentimiento de orgullo nacional, bien canalizado, no tiene por qué excluir al extranjero, ni a lo extranjero en general.
El amor al país implica compasión y acción por los demás seres humanos, sean o no mexicanos; pero también por la tierra, los mares y las montañas, la flora y la fauna. Y es que la nación no debe verse como algo abstracto, ya que a final de cuentas está compuesta por elementos independientes, aunque relacionados por la cercanía geográfica, cultural, histórica o lingüística.
Sentirse mexicano es también aceptar y entender a todos los grupos que habitan en nuestro país, por más minoritarios que sean, aunque no dominen el idioma oficial o no se sepan las canciones del mariachi. Es comprender nuestra historia sin obsesionarse con ella, y sin mantener viejos rencores que nos han hecho tanto daño. Es admirar las bellezas naturales, la grandeza cultural, el estilo amable de su gente, la mundialmente famosa gastronomía, el folclore y la diversidad de cada región. Pero sin por ello menospreciar a otros países con sus culturas y tradiciones.
De nada sirven los fuegos artificiales, ni los desfiles, ni las grandes fiestas, si no le damos un sentido profundo y de raíz a la celebración. De nada valdrá la inminente inundación de libros, películas, artículos, eventos y demás parafernalia bicentenaria, si seguimos con nuestras vidas de autómatas irreflexivos con ansia de poder y con poca sensibilidad ciudadana. Ojalá que todo esto sirva más bien para unirnos como país a través de nuestras acciones responsables, sin tener que desunirnos ni aislarnos del mundo.
Esperemos tener el tiempo para detenernos a pensar un momento y hacer un análisis profundo de nuestro propio comportamiento como mexicanos, para que uno por uno, hagamos un país más humano, más mexicano.

FUENTE: MILENIO


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